Un
comentario de Haydeé
en la entrada anterior, me ha causado una profunda duda existencial. ¿Si fuera
un Jedi, sería de los buenos o pertenecería al lado oscuro de la fuerza…? Difícil
respuesta. Porque en estos tiempos convulsos, ¿Cómo saber qué está bien y qué
está mal?
Yo,
si una cosa tengo clara, es que la próxima vez que me pusieran una multa de
velocidad, le lanzaría un rayo al radar. Y que en verano, cuando duermo con la
ventana abierta y pasa una moto de madrugada despertando a todo el vecindario,
le daría un golpe con mi fuerza mental Jedi y lo tiraría al rio. ¿Eso es
pertenecer al Lado Oscuro? ¡No! Yo lo veo como la versión contemporánea de Sir
Lancelot. Que aparte de liarse con la Reina Ginebra, impartía divina justicia
por las bastas tierras de Camelot.
Sigamos
desvariando amigos…
¿Alguna vez habéis pensado en ser un superhéroe? ¡Yo, si! Me llamaría
“El Chico Maravilla” Y cuando la damisela de turno me pregunte: “¡Oh, Chico
Maravilla! ¿Qué tienes de maravilloso a parte de tu evidente belleza, inteligencia
y humildad?” Yo respondería con picardía: “¿De verdad quieres saberlo pequeña?”
Ejem… que me pierdo. Volvamos al tema.
Todo superhéroe necesita un traje, uniforme o disfraz. Como
lo queráis llamar. ¡Y El Chico Maravilla no va a ser menos! Quiero un traje
cómodo y barato. Cómodo, porque no quiero picores o roces molestos mientras
combato el crimen. Y barato, porque estamos en crisis y el coche del Chico
Maravilla gasta mucha gasolina. Así que llevaré mi pijama azul marino, una capa
en raso granate con purpurina que le pediré prestada al hermano Drag Queen de
Superman, y unos calzoncillos amarillos por encima del pantalón que marquen
paquete paquetón, a la vez que den un contrapunto divertido al disfraz.
De todas formas, tener un nombre pegadizo y un traje molón,
solo me servirá para salir en la MTV cantando “El Rap Navideño del Chico
Maravilla” Yo lo que realmente quiero es cambiar el mundo. Pero cambiarlo para
mejor. Si solo fuera cambiarlo, bastaría con destruir el sol y condenar a la
humanidad a una noche eterna, alumbrada por esas horribles farolas de luz
amarilla pálida.
Para mejorar el mundo necesito dos cosas. La voluntad de
hacerlo, que ya la tengo, y un superpoder. ¡E aquí el gran problema! ¿Qué
superpoder elegir? Parece una tontería, pero es importantísimo. Ser
super-obeso, super-desagradable o super-apestoso, no me va a ayudar en absoluto
a salvar el mundo.
Podría elegir ser invisible. Sin embargo, tal y como yo lo
veo, este superpoder solo puede ser usado para hacer el mal. Espiar, robar,
gastar bromas pesadas… etc... ¡Supervelocidad! Este poder es interesante si
huyes de tu boda. Pero en el resto de los casos, solo te garantiza contemplar
en primera fila una catástrofe. Volar. Me gustaría poder volar, aunque solo
fuera para evitar los semáforos y por la sensación de libertad. Sin embargo,
¿de qué me serviría poder volar en medio de un huracán? ¡De nada! Salvo que
quiera ser absorbido por la centrifugadora más grande del planeta. Otra opción sería
tener visión de Rayos-X. Poder que todo hombre desearía poseer para ver las
turgentes carnes de las féminas que en primavera tanto nos aceleran.
¡Error, afirmación trampa! Con Rayos-X, lo que se vería
serian sus huesos. Cosa que en absoluto me apetece. Y además, no creo que este
superpoder me sea muy útil cuando esté luchando contra el Doctor Muerte en Isla
Calavera. ¡Ríndete Doctor Muerte! ¡O veré tus huesos!... Mal poder...
Poco disuasivo.
Está visto que esto de ser un superhéroe es más complicado de lo que yo pensaba. Así que mientras decido cual será mi superpoder, meteos en líos de los que podáis salir por vosotros mismos. ¡Que la fuerza os acompañe!
Está visto que esto de ser un superhéroe es más complicado de lo que yo pensaba. Así que mientras decido cual será mi superpoder, meteos en líos de los que podáis salir por vosotros mismos. ¡Que la fuerza os acompañe!