Mientras caía,
el viento acarició sus mejillas por última vez. En sus preciosos ojos azules pudo
verse el reflejo de la derrota, acompañado del rostro de todos los que
habían muerto por nada.
Para entonces… el desgarro del océano, el frío intenso y el viaje a las profundidades... donde sus restos descansarían para siempre. Porque solo él, en su inmensidad, podía contener tal belleza muerta y rebajarla a amoratada carne inmóvil.
Para entonces… el desgarro del océano, el frío intenso y el viaje a las profundidades... donde sus restos descansarían para siempre. Porque solo él, en su inmensidad, podía contener tal belleza muerta y rebajarla a amoratada carne inmóvil.
Tras la muerte, la nada, un lamento hecho suspiro y la ausencia de
latidos. Ya no habrá un mañana en el que creer, ni una esperanza con la cual
soñar. Tan solo un recuerdo y la sombra de un sentimiento, la disociación de la
mente y la trascendencia de la muerte. Para así todo acabar con el silencio y la
soledad de una tierra sin luz.