27 de diciembre de 2013

Promesas Rotas

La cálida brisa de la tarde acarició su ondulada melena mientras,
al oído, le susurraba te quiero. Las briznas de hierba sobre las
que permanecía tumbada, masajeaban su cuerpo, al son de los
latidos de su tierno corazón.

Toda ella yacía cual océano de calma.
Océano, en cuyas profundidades se escondían maravillosos
tesoros y terribles tormentas.

Dulces promesas salieron de sus labios aquella tarde.
Quedando rotas antes de llegar a mis oídos.
Por eso te prefiero idealizada, perfecta.
Guardada en mi recuerdo, llevada en mi corazón.



25 de diciembre de 2013

Justicia

Abbi era la mujer más maravillosa que jamás he conocido. Lo tenía todo. Y cuando digo todo, me refiero a ‘todo’ con mayúsculas. Era preciosa, una autentica hermosura. Sin embargo lo suyo no era una belleza al estilo de los calendarios del Play Boy, era una belleza imperfecta aunque plena en su armonía. Tanto, que cuando íbamos a algún lugar, me miraban y pensaban qué hacia un tipo como yo con una chica así. Cosa que me hacía sentir insignificante, aunque por otro lado alimentaba mi ego. Pero no solo destacaba por su apariencia. Era simpática. Divertida. Ingeniosa y bromista. Inteligente, pero no inteligente de libro ni de insulsos conocimientos, inteligente en cuanto a talento.

Durante tres años fuimos inseparables. El día nacía al verla y acababa al despedirnos. Adoraba su pequeña nariz respingona y como la arrugaba cuando no entendía algo. ¡Mira si han pasado años!, y todavía echo de menos su voz y su mirada de cordero degollado cada vez que quería convencerme de cualquier tontería.

Cuando creía no poder ser más feliz, todo se fue al infierno. El sonido de las sirenas rompió la calma de la mañana del trece de diciembre. Me asomé a la ventana para ver qué sucedía. Al fondo de la calle, en frente de la casa de Abbi, vi dos coches de policía y una ambulancia en medio del jardín. ¡Se había suicidado! Así, sin más. La tarde anterior la habíamos pasado juntos recorriendo Central Park. Y veinticuatro horas después, se había cortado las venas en la bañera. Nunca nada me hizo sospechar que tuviera algún problema grave. Ni mucho menos en este trágico final. Aunque ahora, mirándolo con el poder que da conocer los hechos, veo esa inmaculada normalidad como un grito sordo de socorro…

Su padre fue arrestado, juzgado y condenado a cadena perpetua… por algo innombrable. Seis meses después, en la apelación, fue puesto en libertad por un defecto de forma en la instrucción del juicio. Pero las cosas no iban a quedar así. Me juré a mi mismo llevar la justicia donde ésta había fracasado. Tras varias semanas fisgando en el buzón de la familia de Abbi, al fin encontré lo que buscaba. Una carta del padre en la que le pedía mil perdones por sus actos. Y lo más importante, su dirección de Los Ángeles en el remite. Directamente fui al banco y saqué cinco mil dólares con los que comprar un Cold 45. En cuanto me lo entregaran tenía decidido viajar en tren a Los Ángeles, ir a su casa, llamar a la puerta, y al abrirla, pegarle un tiro en el estómago y quedarme frente a él para contemplar cómo se desangraba. 

Sin vuelta

Aprendí, que no se puede dar marcha atrás.
Que la esencia de la vida es avanzar.
Que la vida, en realidad, es una calle de sentido único.

23 de diciembre de 2013

Año Cero

Por un lado quiero olvidarla, pero por otro sé que es la única persona en todo el universo que podría hacerme feliz.

22 de diciembre de 2013

Rojo Corazón

Deambulando por el jardín de la rectoría, en su paseo vespertino, andaba el enérgico Padre Shawn. Era un día frío, muy húmedo, del negro mes de Noviembre. Tras la llovizna, el rocío se había posado en cada tallo, en cada espina, como un sudor helado. Elevándose en espiral desde la tierra mojada, una neblina azul colgaba apresada en una oscura maraña de ramas, como una garza fabulosa.

Arrancando súbitamente de su soledad, con el cabello erizado por el miedo, el párroco percibió un fantasma materializándose entre la niebla.

“¿Tú?”, dijo el Padre Shawn al espectro que ondulaba frente a él, orlado de gasa, oliendo a madera quemada. “¿Qué vienes a hacer aquí? A juzgar por tu palidez, diría que habitas en el páramo helado del infierno. Aunque por tu mirada de asombro, por tu semblante, parece que acabas de salir del cielo…”

Con la voz forrada de escarcha, dijo el fantasma al sacerdote: “No frecuento ninguno de esos páramos. La tierra es mi morada.”

“Anda, anda”, replicó el Padre Shawn impaciente. “No quiero que me sueltes ese rollo ridículo acerca de las harpas doradas y llamas atormentadas, sino que me cuentes qué clase de epílogo le puso dios a tus días. ¿Tanto te cuesta satisfacer la demanda de este viejo loco?”

“En vida, el amor royó mi carne hasta los huesos. Y lo mismo que hizo entonces, hace ahora: Carcomerme sin cesar.”

“¿Qué amor”, le preguntó el Padre Shawn, “sino el amor excesivo por la imperfecta carne terrenal podría causar semejante aflicción? Ciertamente, una condena pesa sobre ti. Creyendo que nunca dejarías este mundo, penas ahora como cuando vivías, consumido en ese tormento para expiar como sombra el pecado que cometiste como hombre ciego.”

"El día del juicio aún no ha llegado. ¡Hasta entonces, una vasija de polvo es mi hogar!"

“Querido espectro”, gritó impresionado el Padre Shawn. “¿Será posible tanta obcecación? Un alma presa de su fiebre, aferrándose a su tronco muerto, como una hoja azotada por la tormenta. Mejor harías en someterte al juicio del más alto tribunal y suplicar su gracia. Arrepiéntete, y acude a él, antes de que el crucifijo del triunfo divino rasgue los cielos.”

Desde la pálida neblina, el fantasma juró al sacerdote: “Aquí no hay más alto tribunal que el rojo corazón de un hombre.”

Mirada II

"Edifiquemos una ciudad con una torre cuya cúspide llegue hasta el cielo. Hagámosnos así famosos…"

Mirada I

"Si no quieres perderte en el olvido tan pronto como estés muerto y corrompido, escribe cosas dignas de leerse, o haz cosas dignas de escribirse"